La mala vibra del mentecato y su paso lamentable por la historia boliviana
La mala vibra del mentecato y su paso lamentable por la historia boliviana

La mala vibra del mentecato y su paso lamentable por la historia boliviana

“En el marco de lo que ya ha venido sucediendo, el coronavirus acentuará la violencia de las dictaduras democráticas que, quizá, dejen la farsa del componente democrático”, Slavoj Zizek.

El 12 de octubre de 2012, en una reunión de amigos dentro del programa Cabildeo, conducido por Amalia Pando, Arturo Murillo señaló: “(…) ojalá el parto de 2019 no sea tan sangriento”, haciendo referencia a las elecciones que ocurrirían ese año, donde él se encargó de teñir de sangre y mentir descaradamente a un grupo de fanáticos que daban gracias por sacar a los militares a las calles a reprimir al pueblo, al mejor estilo de las viejas dictaduras.

"La mentira se descubre por los ojos y yo muchas veces mentía, por eso usaba anteojos oscuros", Augusto Pinochet.

Arturo Murillo, con 57 años, bachiller de CEMA, empresario hotelero en el Chapare, con la habilidad para manipular, llega a ser presidente de la Federación de Empresarios Privados de Cochabamba (FEPC); luego es reclutado por “¡carajo!, no me puedo morir” (Samuel Doria Medina), llevan a este oscuro personaje a ser diputado por el departamento de Cochabamba en 2005, con una oposición intransigente hacia el gobierno del MAS, valiéndose de informes e investigaciones para realizar sus denuncias.

En 2010, después de su derrota en los comicios electorales para la Alcaldía de Cochabamba, se convierte en el vocero de Unidad Nacional (UN); luego, en 2015, sale como senador con tan solo un 5% y en 2017 deja este partido y pasa a engrosar las filas de los Demócratas.

En esta etapa realiza una infinidad de denuncias, las cuales le dan un papel muy importante en los medios de comunicación donde logra implantar, en los detractores del gobierno del MAS, un discurso matizado por la rabia y la discriminación, lográndose apoyar en un falso movimiento ciudadano, que sería cómplice de la impunidad que se vivió en el régimen de Jeanine Áñez.

De las muchas frases de este exministro de un gobierno de facto, encontramos ésta que marca su paso por el Estado: “esas personas que empiecen a correr, porque los vamos a agarrar”, haciendo referencia a su locura por el poder, como el verdugo que llegó a hacer justicia por mano propia, donde su único afán era llegar a las arcas del tesoro para lograr sacar su pedazo del caos político y social que atravesaba el país en 2020.

Arturo Murillo estuvo acusado de falsificación de su libreta militar, sus comentarios racistas y misóginos, que caracterizaban el comportamiento del mentecato y su insaciable admiración a los militares, en su única verdad para poder gobernar.

Con 33 muertos en su conciencia, con un país con todas sus empresas estratégicas en quiebra, con innumerables denuncias de corrupción y un país muy golpeado por la pandemia, este personaje logra fugarse y en su camino se va sacando fotos por diferentes países indicando ser un perseguido político, pero en realidad era alguien que se escapaba con sus millones a vivir impune y gozar del bienestar que le brindaba el dinero sustraído al Estado boliviano, mientras su socia Jeanine Áñez entregue la banda presidencial.

Este mentecato exfuncionario público, fue parte de la Asamblea Plurinacional por 10 años, donde siempre criticó y denunció la corrupción, pero en un solo año de funciones logró demostrar que el único corrupto comprobado fue este individuo, y el 22 de mayo, es arrestado en el país que les brindó el apoyo total durante su año de fechorías.

Los cómplices que fueron parte del paso de las armas una vez más por la historia de Bolivia, hoy hacen la vista gorda y cierran los ojos a la única verdad de que son cómplices maquiavélicos por permitir la vuelta de la dictadura al país que solo trajo muerte, endeudamiento y desempleo.

*Martin Moreira, es máster en pensamiento social latinoamericano, económico, mercado e investigación periodística.


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