A esta tierra hay que darle las gracias y pedirle que nos sostenga aún un tiempo más. Esta patria que ha aguantado sobre su seno varias canalladas, muchísimos sueños y una incontable cantidad de personas que han decidido dar su vida por rendirle un homenaje justo, entregándole su vida para construir futuro para la vida de los demás, requiere también un gran festejo. Esta tierra, que hoy se viste de los colores que la representan, ha demostrado que puede ser madre de constructores de la transformación que entregan en el horizonte una mirada renovada e ilusionada, a pesar de las dificultades que en el camino se puede encontrar.
Mientras nos recuperamos de los golpes bajos de la historia (lo político, lo sanitario y lo económico, principalmente) es urgente y estratégico que pensemos en lo que viene después de estos pasos necesarios, que por ser altamente necesarios, son también sumamente duros. De esta tarea deben responsabilizarse nuestros grandes dirigentes, pero no solamente ellos, sino más bien todo aquel boliviano y boliviana que quiera a esta patria.
Construir futuro nunca fue fácil. Será aún más complejo en este tiempo en el que el mismo plantea comienza a darle bofetadas a la humanidad, como pidiendo que reaccione de una buena vez y que piense que, como decía Evo, “el planeta puede vivir sin el ser humano, pero el ser humano no puede vivir sin el planeta”.
Esta patria, que ha visto en los últimos 15 años (2020 aparte) una manera diferente de construir y distribuir, requiere ahora un nuevo envión para enfrentarse a los siguientes lustros y décadas. En ese marco, creo que es importante establecer un marco de discusión sobre las grandes tareas que deberemos enfrentar en los siguientes años.
En un contexto en el que lo urbano va predominando a nivel nacional (por lo menos en términos demográficos, el bicentenario nacional nos encontrará a más de un 75% de la población boliviana viviendo en las ciudades de nuestro país), con un planeta golpeado por el cambio climático y el calentamiento global (del que no somos responsables directos, pero sí víctimas en primera línea) y con una economía mundial basada principalmente en nuevas tecnologías (la brecha informática se va ampliando en los últimos años y se hará aún más ancha en los siguientes tiempos, si el país no se engancha en esta avalancha tecnológica e impregne absolutamente todo su accionar, desde lo económico hasta lo cultural), los desafíos que enfrentará nuestro país se han actualizado producto también de la aplicación de un modelo de Estado centrado en la re-dignificación de nuestras raíces, la equidad y el respeto a la madre tierra.
Cruzando estos grandes temas, se encuentran los desafíos en lo social: la re-distribución, el achicamiento de la brecha entre pobres y ricos, la erradicación de la pobreza, la re-valorización de nuestras culturas y, por supuesto, los clásicos temas relacionados al desarrollo humano: salud, educación y vivienda.
Tenemos claro que los avances que se han logrado en los últimos años son, en muchos casos, inembargables y que las grandes mayorías nacionales, nuestras organizaciones sociales, nuestras naciones indígena originario campesinas y nuestros colectivos urbanos saben que debemos defender aquellas conquistas que se han logrado con el esfuerzo de todas y todos y que deben generar beneficios para todas y todos. Pero también sabemos que lo que se ha hecho no es suficiente y que nuestro esfuerzo debe ir dirigido justamente a responder a esas grandes preguntas que se generan mirando el horizonte y el posible futuro para nuestras siguientes generaciones. Sabemos que es vital, a la par de recuperarse del desastre en el que se encontró el país, luego de la pandemia y la administración nefasta, re-pensar el camino por el que empujaremos nuestros esfuerzos.
Los desafíos a los que nos enfrentamos van a girar en torno a estos temas que se han venido trabajando en este tiempo, pero requieren una revisión concienzuda de su enfoque, su profundidad y sus estrategias. Políticas sociales, enganchadas a visiones estratégicas sobre lo urbano, el cambio climático, el respeto a la madre tierra y la tecnología como herramienta inevitable para el futuro, deben llamar nuestra atención y empujarnos a crear, entre todas y todos, estrategias que utilicen estos temas para consolidar ese proyecto de país que hemos venido construyendo desde hace tantos años.
Este 6 de agosto, abrazo a cada boliviano y boliviana, le reconozco el esfuerzo y la dedicación que, consciente o inconscientemente, le ha puesto para llegar donde hemos llegado, y le comprometo también mi esfuerzo y mi brazo, para construir lo que todas y todos estamos buscando permanentemente: un mejor futuro para nuestra amada Bolivia.