Rusia no piensa intervenir en la situación en Afganistán porque desataría una nueva guerra civil en ese país, declaró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
"No, de eso ni se habla", subrayó.
Peskov dijo que "ese guion de desarrollo de los acontecimientos [intervención de Rusia] ya se examinó en una reunión y se concluyó que evidentemente crea un peligro adicional en cuanto a una nueva guerra civil en Afganistán".
"Por cierto que nadie tiene intención de intervenir", aseveró el portavoz de la Presidencia rusa.
Del 6 al 14 de agosto, los talibanes (movimiento proscrito en Rusia como terrorista) se hicieron con el control de buena parte de Afganistán y el día 15 entraron en Kabul, retomando el poder tras dos décadas de intervención aliada que llegará a su término a fines de este mes.
El presidente afgano, Ashraf Ghani, huyó del país y pidió asilo en Emiratos Árabes Unidos.
Los fundamentalistas dejaron claro, de entrada, que aspiran a un "traspaso completo" del poder, si bien anunciaron luego la disposición de negociar la creación de "un gobierno transparente, inclusivo e islámico".
En el aeropuerto de Kabul, protegido todavía por las tropas estadounidenses, miles de personas desesperadas aguardan una oportunidad para escapar del país.
Mientras, los talibanes se preparan para lanzar una ofensiva contra la provincia de Panjshir, el último baluarte de resistencia liderada hoy por el jefe guerrillero Ahmad Massoud y el vicepresidente primero Amrullah Saleh, quien reivindica el papel de mandatario legítimo de Afganistán.







