El dirigente transportista Aurelio Quispe vivió en carne propia las rutinas de tortura y miedo en el penal de Chonchocoro, donde fue detenido sin pruebas tras los conflictos poselectorales de 2019 en La Paz.
“Cuando me llevaron allá, me enmanillaron como a un delincuente. Me pegaron a modo de bienvenida”, denuncia en entrevista con el programa Somos Democracia, una alianza de medios estatales.
Recuerda que el 10 de noviembre se encontraba en una reunión con los afiliados de su sindicato en la zona de Chasquipampa. Ese día, las calles de la ciudad de La Paz se convirtieron en escenarios de conflicto horas después de que Evo Morales renunció a la Presidencia a causa del denunciado golpe de Estado.
Después de los hechos, fue buscado, aprehendido en su sindicato junto a su compañero y luego enviado a Chonchocoro, acusado de ser cabecilla de la quema de los buses municipales en la zona.
“La justicia en ese entonces creo que estaba a favor de la expresidenta (Jeanine Áñez), porque parecía que a sus órdenes y al que miraba era detenido directamente. Dos compañeros fuimos detenidos sin prueba alguna. Los fiscales solamente han dicho que había suficientes evidencias”, cuestiona.
Cuando llegó a Chonchocoro, se le acercó un grupo de policías y uno le dijo: “Esta noche, es tu fiesta”. Eran, aproximadamente, las 19.00. Lo llevaron al sector de la cancha de tierra del centro penitenciario. Le pidieron que se desvista; pero, por oponerse, lo torturaron hasta que perdió la conciencia. “Dije: es una tortura en vivo”, comenta.
“No quise, me toletearon. Tuve que desvestirme. Me decían: ‘Ahora sí, grita guerra civil’. Como estaba pelado, comencé a trotar y hacía frío. Me echaron con agua fría y ya no podía trotar, me gasificaban y otra vez con agua me echaban. Aguanté una hora. Era gas y agua, era inhumano. Ya no podía andar y lo único que hacía era caerme y llorar”, recordó.
Sufrió esa rutina por dos semanas, hasta que sus compañeros del sindicato lo ayudaron para que fuera trasladado a una nueva sección. Hoy, a casi dos años de los hechos, las cicatrices en sus pies y rodillas son testimonio de lo vivido. Reclama justicia. Las acusaciones en su contra provocaron que venda su vehículo para pagar su defensa en el proceso judicial y, además, pierda a su familia.
“Me detuvieron sólo por ser dirigente. Era dirigente del sindicato 14 de Septiembre de Chasquipampa (…). Desde esa fecha, me vienen acusando como si yo hubiera incitado a la quema de los PumaKatari”, dice y añade: “No tuvimos la oportunidad de decir la verdad”.







