El sueño americano y sus pititas
El imperialismo norteamericano da muestras, cada día más visibles, de una profunda crisis, vista en perspectiva, de un carácter irreversible. No es solo una crisis económico-productiva, en la que pierde competitividad con la China y otros países, es una crisis aún más profunda en sus finanzas públicas con una deuda externa gigantesca e impagable. La brecha entre los más ricos y los más pobres se ha profundizado hasta extremos inconcebibles. El 1% de los más ricos – lo superbillonarios – retiene más del 60% de la riqueza mientras que el 10% mas pobre no alcanza al 10%. Estados Unidos se ha convertido en los últimos 30 años en el país más desigual entre todos los países llamados desarrollados. Decenas de millones de personas deben acudir a los cupones de alimentación, sin atención médica y pésimos o inexistentes servicios básicos. La pobreza extrema en Estados Unidos ya alcanza a más de 45 millones de personas. El gasto militar sigue creciendo, profundizando la crisis y las miles de bases militares norteamericanas a lo largo y ancho del planeta siguen ejerciendo permanente amenaza de agresión e invasión.
El racismo se ha profundizado con la multiplicación de grupos neonazis que pregonan el supremacismo blanco, atacando comunidades negras, con la ayuda de la policía y los operadores de justicia. Ser negra, pobre e indocumentada en Estados Unidos es una categoría muy parecida a la esclavitud.
El sistema electoral norteamericano ha sido diseñado para el dominio histórico y permanente de la oligarquía del complejo militar-industrial-mediático. Recién ahora, después de las últimas dos contiendas electorales nacionales, incluso sus desavisados admiradores han podido comprobar que es el sistema más antidemocrático. Elección indirecta de candidatos, propuestos y designados por gobernadores, donde el votante de base, no tiene la menor posibilidad de decidir. Desincentivo a la participación popular que no llega ni al 50% de la población en edad de votar. En muchas ocasiones se han realizado elecciones en días laborables. Los dos partidos representan a fracciones de la misma oligarquía y los parlamentarios son gestores de leyes y políticas que las benefician. Los candidatos deben tener una apreciable fortuna para poder apalancar mayores y millonarias “donaciones” para la campaña electoral, que no son otra cosa que inversionistas que recuperaran con creces, el capital invertido.
El visible rezago económico y la gradual pérdida de su hegemonía ha producido la emergencia de una tendencia de un nacionalismo fanático, agresivo y fascista, que alcanzó el poder con Donad Trump y persigue mantenerlo indefinidamente a cualquier costo, para hacer, según pregonan, “otra vez grande a Norteamérica”, beneficiando a grandes empresarios con millonarios créditos, rebaja de impuestos, disminución severa de recursos para la salud pública y la educación y con severas medidas proteccionistas, a tiempo que exige de sus aliados, socios y otros clientes comerciales la apertura de sus mercados.
Es un profundo error sostener que esta administración ha desestimado la lucha por la dominación mundial para concentrase en la recuperación económica. Por el contrario, ha profundizado e intensificado su intervención en todo el planeta, en Medio Oriente, apoyando al régimen genocida de Israel, y financiando a ejércitos mercenarios como el Califato Islámico para dividir países y generar guerras civiles y saquear sus recursos naturales, en el África, despedazando países como Libia, Sudán, Etiopía, Yemen que se han convertido en un campo de batalla, en Latinoamérica contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia. En el Asia contra Corea del Norte, La China e Irán, en Europa contra Rusia y Bielorrusia, apoyando y armando al régimen fascista de Ucrania. Presiona a sus aliados de la OTAN para que aumenten su aporte para la “defensa del mundo libre”, que en realidad significa el rearme y la agresión imperialista global.
El intervencionismo y la agresión imperialista norteamericana financia golpes de estado en los países donde se han instalado gobiernos que adoptan políticas soberanas de defensa de su integridad y sus recursos naturales. En Bolivia el golpe fascista de noviembre de 2019 y el movimiento de los “pititas” es una muestra de aquello.
Lo que sorprendió a todos es la incursión de pititas norteamericanos, para la toma del Capitolio (el parlamento norteamericano), que bajo instrucción del presidente Trump avasallaron a la guardia que curiosamente fue rebasada con facilidad por grupos armados con bates y algunas armas de fuego. No es difícil imaginarse lo que hicieron, hacen y pueden hacer pititas aleccionados y financiados en otros países. En Bolivia tenemos esa triste y sangrienta experiencia.
Sorprende la similitud de sus demandas y denuncias. Fraude electoral, previamente anunciado, “fraude monumental” en Bolivia, “fraude escandaloso” en Estados Unidos. En ninguno de los casos pudieron presentar prueba contundente alguna. Toma, destrucción y saqueo de instituciones y tribunales electorales en Bolivia, toma y destrucción del parlamento en Estados Unidos. Demanda de anulación de elecciones tanto en Bolivia como en Estados Unidos. Racismo fascista exacerbado contra la población negra en Estados Unidos, racismo fascista exacerbado contra la población indígena en Bolivia. Golpe de estado consumado en Bolivia, Camacho compró la adhesión de militares y policías, golpe de estado frustrado en Estados Unidos, Trump fracaso en su propuesta y ofrecimiento a los militares.
Pititas en Estados Unidos dicen luchar contra la instalación de un gobierno socialista, en Bolivia pititas luchan contra el proceso de cambio que propugna el socialismo comunitario.
Esta es la democracia que se pretende instalar, es el sueño americano frustrado que se convierte en pesadilla, para los trabajadores, la clase media y para los inmigrantes, con pititas con bate y escudo, aquí y allá, luchando por la “Libertad” y la “Democracia”. Es la manifestación de los estertores más violentos de una dominación imperialista que se agota mostrando los rasgos más retrógrados.
La irrupción pitita contra el Capitolio no es un episodio aislado ni pasajero, es el anuncio de enfrentamientos violentos, es la manifestación de la agudización extrema de las contradicciones sociales, políticas, culturales y nacionalitarias en el interior de Estados Unidos, sin olvidar tendencias centrífugas de estados que ya amenazan con la separación.
Es el inicio del quiebre de una democracia para pocos y una feroz dictadura para la mayoría. Asoma en el horizonte cercano, la reacción mas violenta de las fracciones mas reaccionarias de la oligarquía del complejo militar-industrial-mediático-tecnológico norteamericano, cuya expresión actual es el trumpismo, que acorralado por su irreversible declive recurra al fascismo militarista y racista y a la agresión expansionista global, como único medio de recuperar su perdida hegemonía y dominio mundiales.