Amazonía peruana: La historia olvidada del pueblo campa a través del relato de “Las tres mitades de Ino Moxo…”
Amazonía peruana: La historia olvidada del pueblo campa a través del relato de “Las tres mitades de Ino Moxo…”

El fragmento que vamos a abordar forma parte del primer capítulo de la novela Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía, publicada en 1981 en Lima. Este, llamado “Las Visiones”, contiene ocho apartados, y el que nos interesa se titula “Todos los campa son asesinados pero ninguno muere”. El autor César Calvo Soriano nació en Iquitos, en la Amazonía peruana, y la publicación de su obra tiene lugar en un contexto de renovado interés por la realidad y la cosmogonía indígenas. Efectivamente, el escritor José Carlos Mariategui fue uno de los principales representantes de la sociología y la política contemporáneas en Perú. Su contribución teórica a la corriente de pensamiento “indigenista” tuvo una influencia más allá del ámbito nacional y marcó a las fuerzas políticas progresistas latinoamericanas en su esfuerzo por comprender la realidad indígena, yendo en contra de ciertos análisis marxistas ortodoxos, que tendían a excluir a los campesinos y su especificidad de la clase obrera.

No fue hasta la experiencia del gobierno revolucionario de Juan Velasco Alvarado que las culturas indígenas, tradicionalmente excluidas de la identidad nacional y de la historia oficial, comenzaron a ser valoradas y reconocidas como un componente esencial del Perú. Es importante recordar que la década de los 70 estuvo marcada a sangre y fuego por las dictaduras militares en Ecuador, Paraguay, Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina, que fueron particularmente represivas hacia los indígenas, continuando así una política de exclusión en la sociedad. Entre octubre de 1968 y agosto de 1975, el gobierno peruano, compuesto también por militares, pero con una agenda política nacionalista [1], fomentó la aparición de expresiones literarias y artísticas que ahondaban en una realidad antes olvidada e ignorada.

Este fragmento comienza con un párrafo que contiene la descripción de una sesión espiritual propia de la toma de ayahuasca en forma de bebida con una infusión de esta planta alucinógena, considerada sagrada para las comunidades indígenas de la Amazonia peruana.

La experiencia consiste en la visión desapegada del cuerpo del protagonista, que percibe así su propio doble. Esta visión está acompañada por la voz de Don Juan Testa, que es el maestro espiritual y guerrero llamado Chamán en las culturas amazónicas. El segundo párrafo, más largo, reproduce el discurso de Don Juan Tuesta, caracterizado por una lógica interna a las visiones mitológicas de la espiritualidad amazónica. La tercera parte del fragmento es la reproducción de un breve diálogo entre el joven protagonista y la voz del chamán, que revela la historia del pueblo campa, exterminado por los colonos durante la explotación del caucho en la región amazónica a finales del siglo XIX y principios del XX. A continuación, analizaremos las dos partes más significativas de este fragmento: el segundo párrafo, que presenta las visiones propias de la experiencia de la toma de Ayawashka; y la tercera parte, que revela las respuestas del chamán sobre sus orígenes.

El relato de las visiones se presenta en primera persona, en la voz del chamán Don Juan Tuesta. El texto cuenta la historia mítica del Dios de los indígenas de la selva amazónica, que es diferente del Dios de otros pueblos conocidos como los “virakocha” (europeos de otros lugares) o los “chori” (indígenas de la región andina). Separada de los demás relatos mitológicos que los indios amazónicos han podido conocer a lo largo del tiempo, la genealogía de Pachakamáite se traza así de forma precisa “Pachakamaite es hijo del Sol y su esposa es Mamantziki”, lo que le permite afirmar su legitimidad como creencia indígena y otorgarle plena autonomía frente a otros sistemas de pensamiento espiritual. Mientras que, en el imperio azteca, por ejemplo, el maíz era la fuente de energía vital y sagrada que caracterizaba al Dios de los mayas, en la cosmovisión amazónica aquí mencionada existe una filiación directa entre el Creador y el sol. El carácter sagrado del Creador se subraya a través de la explicación de los orígenes del conocimiento técnico: “Pachakamaite hace todo: machetes, olla, pólvora, cartuchos, sal, escopetas, municiones, hachas”. Pero ante esta enumeración de herramientas, en la que predominan las armas y los accesorios para la guerra, el lector tendría motivos para preguntarse por la naturaleza pacífica de este Creador. En efecto, uno de los rasgos de la espiritualidad de ciertos pueblos amazónicos, como los waorani, es su predisposición a la guerra, que por tanto está sacralizada y forma parte de su identidad.

Esto explica la referencia al hacha en esta lista, que no es anecdótica, ya que en las excavaciones arqueológicas se han encontrado hachas de bronce pertenecientes al pueblo ashaninka que son anteriores al Imperio Inca. Nos encontramos, por tanto, ante una descripción que revela la importancia dada a las armas de guerra, y los orígenes muy antiguos de esta civilización. Sin embargo, su concepción de la guerra carece de intención expansionista o de conquista. A través de la evocación de esta visión, en la que la amenaza de un enemigo está ausente, el conocimiento técnico parece estar íntimamente asociado a las necesidades humanas más básicas, es decir, la capacidad de sobrevivir y defenderse. “Porque antes los ashanínka eran pobres, nada tenían, no tenían machetes, hachas, nada”. Según esta representación, el pueblo ashanínka ha salido de la pobreza y ha adquirido un cierto grado de desarrollo cultural gracias a la gracia concedida por Pachakamáite. A continuación, una frase conecta el pasado con el presente, haciendo hincapié en la pérdida de conocimientos que afecta a los pueblos indígenas en la actualidad. “Así era antes, antes. Ahora no sabemos. Antes los ashanínka si sabían”. Podemos concluir que esta es la historia mítica del pueblo asháninka, considerado el ancestro de los pueblos que sobrevivieron a las vicisitudes de la colonización europea.

La parte final de este apartado se centra en la visión del propio rito de iniciación, con profusión de referencias geográficas y naturales y nombres propios vinculados a un elaborado sistema mitológico. Esta descripción representa el camino simbólico a través del cual el joven adquiere un determinado conocimiento, que se asocia al mismo tiempo con la pérdida de la inocencia del niño que prueba por primera vez la planta Ayawashka. De ahí la figura de la serpiente bicéfala mencionada al final del primer párrafo, el “kotmachacuy” asimilado a los afluentes del río Amazonas, del que surge la voz del chamán Don Juan Testa. A través de esta visión, nos enteramos de que para visitar a Pachakamáite, los ashaninkas llevaban una especie de adorno en la cabeza, que les servía de protección contra las mordeduras de Piri, un murciélago descrito en singular, lo que le da la categoría de figura con rasgos míticos. Los ashanínka tuvieron que tomar el río río abajo, y cruzar cuevas pobladas por murciélagos gigantes, comparados con vampiros que chupan la sangre. Entonces tendrían que hacer una ofrenda a Oshero, un cangrejo del tamaño de un ser humano: “hay que llevar achiote, se le da achiote y sólo entonces Oshero deja pasar”. Además, el tamaño de los animales encontrados en este camino indica su carácter sobrenatural: “boa gigante”; “inmensos murciélagos”; “gran cangrejo, grande como un ashanínka”.

El camino de los ashaninkas que les permitirá obtener los conocimientos técnicos está plagado de obstáculos, y el éxito de la misión sólo puede encontrarse en el respeto y la repetición de estas prácticas ancestrales. La obtención de la planta de achiote es una condición para satisfacer al gran cangrejo Oshero, que permitirá al viajero continuar su viaje. Y durante el encuentro con Pachakamáite, es mientras se camina que se debe formular su petición. Si uno comete el error de sentarse, la petición no se cumple y se queda pegado al suelo, mientras Pachakamáite provoca un terremoto hasta los límites de la tierra conocida: “todas las casas de los brujos tiemblan, en Pucallpa, hasta en Iquitos, lejos, en Atalaya, tiemblan las casas de los brujos”. El camino de vuelta también es peligroso, porque Pokinantzi (“el sarampión”) intenta casarse con un hombre ashanínka. Para evitarlo, hay que desviarlo colocando plumas en el camino. Pero no cualquier pluma, la historia indica cuáles: “plumas de Hankatzi, de Ttamiri, de Herotzi, de Wapapa, especialmente plumas de Wapapa”. No es posible tener éxito en su misión si el ashanínka no tiene cierta aptitud para la caza, porque el conocimiento para obtener estas plumas será la garantía de su supervivencia en este universo simbólico: “es así que el ashanínka puede huir…”

La tercera parte de este extracto ofrece una valiosa información sobre el contexto histórico y la trayectoria personal de los personajes de la historia. A la pregunta “¿Y dónde está ahora el dios Pachakamáite?”, preguntado por el joven en un estado de trance propio de la experiencia de desprendimiento físico entre cuerpo y mente o desdoblamiento (“oigo que dice alguien desde mí”) la voz de Don Juan Tuesta responde: “Pachakamáite es lejos, lejos”; y “Pachakamáite es más lejos de Iquitos pero el camino se ha obstruido con las palizadas de las balsas de los virakocha y los hombres andinos, de los chori”.  Esto nos lleva a la trama principal de la historia, que es la pérdida de orientación de los pueblos amazónicos frente a la presencia neocolonial vinculada a la explotación del caucho en la región. El Chamán evoca la alianza entre los blancos y los indígenas de la Sierra, que han transformado el hábitat natural (“palizadas de las balsas”), modificando así las costumbres y prácticas espirituales de los indígenas. Esto no significa que el pueblo representado por Don Juan Tuesta haya renunciado a sus creencias: “Ahora las cosas que traen los chori y los virakocha, machetes, hachas, municiones, las da Pachakamáite, lo sabemos”.

Por otro lado, se creó una rivalidad basada en el uso exclusivo de ciertos conocimientos técnicos que dieron a los colonos una superioridad militar y les permitieron someter a las poblaciones locales. Pero, lejos de basarse en un análisis material, el punto en el que se sitúa el conflicto sigue anclado en una visión profundamente espiritual. Es decir, que la superioridad de los colonos no se basa en una legitimidad real, ya que su poder depende de la voluntad del Pachakamáite. Por lo tanto, aunque la visión se viera interrumpida por la constatación de una evolución negativa en la actual relación de fuerzas, lo que está en juego sigue siendo el acceso al conocimiento, cuya concepción estaría en esencia ligada a la puesta en común. Según esta visión, si Pachakamáite permitió a los colonos acceder a estos conocimientos técnicos, fue bajo ciertas condiciones: “Se las da para nosotros, para que los hijos de los ashanínka podamos cazar, podamos hacer chacras, sembrios”. Para colmo, a cambio, los colonos fingen haber comprado estas herramientas e introducen la noción de dinero para comercializar el fruto del conocimiento: “nos venden esas cosas diciendo que les ha costado dinero, que ellos las compran, las pagan. Mentira es. Su dueño se las da para nosotros, para los ashanínka”. Este pasaje revela una contradicción esencial entre dos visiones del mundo. Los pueblos amazónicos se encuentran en peligro físico y espiritual: “Antes los ashanínka sabían llegar hasta donde vive el dios Pachakamáite. Ahora han muerto todos los ashanínka, todos los campa”. Pero su fuerza sigue siendo su identidad y su capacidad de resistencia en el plano material y espiritual. De hecho, en 1742 una revuelta histórica permitió a los ashaninkas derrotar a los invasores. Pero las masacres y la esclavitud a las que fueron sometidos por los seringueiros durante el boom del caucho a principios del siglo XX comprometieron su supervivencia.

Finalmente hemos llegado al núcleo de la revelación contenida en la visión del protagonista. Esta visión, ligada a la experiencia de la ayahuasca, que al mismo tiempo está marcada por el paso a la edad adulta, uniéndose así al camino de la tradición, se topa con la realidad. Cuando un pueblo está sometido a una presencia colonial que destruye su cultura y su modo de vida, el paso de un hombre a la edad adulta es incompleto. El aspirante a guerrero/hechicero se enfrenta a la cruel constatación de que ya no posee la fuente de poder que le confió el Creador, en este caso las armas, las herramientas necesarias para su supervivencia. La antiquísima identidad del pueblo ashaninka es esencial para contextualizar la importancia de este fragmento.

El último párrafo vuelve a estos orígenes, explicando que “fueron ashanínka los primeros humanos”, y que fundaron las naciones por orden de Pachakamáite en un lugar mítico al que sus descendientes ya no tienen acceso, “allá lejos, cuando el Gran Pajonal aún no era El Gran Pajonal sino una isla rodeada por océanos de ceniza”. Es en este punto donde Don Juan Tuesta revela un detalle esencial para entender la estrategia desarrollada por los jefes del pueblo Campa, descendientes directos de los Ashaninka, para escapar de la destrucción total: “el maestro Ino Moxo, en cambio, viene de urus y de virakochas”. De hecho, en la introducción de este libro, el autor cuenta la motivación de su estancia entre los indígenas de la selva amazónica: la leyenda de un niño blanco robado a los colonos y criado por los campas, al que se le encomendó la misión de infiltrarse entre los colonos y adquirir los conocimientos necesarios para que los campas pudieran librar una batalla en igualdad de condiciones. Pero en este pasaje nos enteramos de que, contrariamente a la versión difundida por los colonos sobre un niño robado, se trata de un niño mestizo: “su ánima sabia le viene por madre, de uru le viene”. En definitiva, la visión que los colonos habían proyectado sobre la historia de la niña Ino Moxo sería sesgada, ya que no mencionaba las violaciones que las mujeres indias sufrían por parte de los colonos. Esta injusticia habría sido revertida por los descendientes de los ashanínka, y podría justificar en parte las motivaciones del niño adoptado por los campas.

Tras esta perspectiva histórica, que encaja en el relato mítico, el final de este párrafo vuelve al periodo de la creación “cuando los campa no vivían dispersos como ahora sino juntos (…) familias que hacían una sola familia, un solo sitio”, haciendo reaparecer la naturaleza y sus grandiosas dimensiones en el centro de su cosmovisión, a través de la representación de un tigre, “un otorongo negro”, “inabarcable como un cerro grande”. El origen de la creación se compara aquí con la teología cristiana de los invasores, extendiendo la lucha a los sistemas de creencias que fundan su religión: “Los virakocha, los blancos, dicen que fue un diluvio. Ellos qué saben. No hubo ningún diluvio. Fue un otorongo, un tigre negro”… Frente a un contexto hostil y amenazante, esta experiencia iniciática estaría incompleta si la resistencia no se desarrollara primero en el terreno de las ideas. El testimonio de Don Juan Tuesta, uno de los últimos supervivientes de la campa, es también una experiencia impactante para el lector, que se sumerge así en una página inédita y olvidada de la historia latinoamericana.

1] Sobre el debate del carácter socialista de esta revolución, recomiendo la lectura del libro Le Pérou devient-il socialiste? escrito por Thierry Maliniak a partir de testimonios de la época, y publicado en 1974, es decir, un año antes del golpe de Estado que expulsó del poder al gobierno de Velasco Alvarado.


 
La tierra ¿es para quien la trafica primero?
La tierra ¿es para quien la trafica primero?

La tierra en Bolivia siempre fue usada como moneda de cambio por varios gobiernos, con esta se favoreció a ciertos grupos familiares, tanto en la minería como en la agricultura, si focalizamos el análisis en las formas de apropiación del uso de la tierra y el territorio, vincularemos los procesos de expansión y apropiación de tierras fiscales para ciertos sectores como los agroindustriales, traficantes de tierras, interculturales y, por último, las comunidades indígenas que se ven despojadas de sus territorios, donde la tierra se consolida sólo como un modelo de desarrollo neoextractivista.

Este modelo es visible después de 1952, donde arranca la carrera para repartir tierras fiscales sin medida, los intereses primaron según el acceso al poder que facilitaba la apropiación de estas, de ahí la necesidad imperiosa de la creación de una institución que regule y se crea el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), en 1996 bajo la Ley N° 1715, para regular y equiparar la distribución, saneamiento y titulación de tierras en Bolivia, este instituto no estuvo al nivel que necesitaba la problemática de la tierra, ya que la corrupción y el abuso de influencias llevaron a que la mayor parte de la tierra quede en pocas manos.

Esta desmedida sed de poseer tierras se fue agudizando en el país donde dos sectores claramente definidos luchan por el dominio de este recurso. Los empresarios, que disputan estas tierras mediante procesos viciados de nulidad y los interculturales, que acumulan denuncias, como la existencia de 1.400 autorizaciones de asentamientos que ha dado el INRA a comunidades campesinas e interculturales; aproximadamente son 600.000 hectáreas, tierras fiscales desde el 2011 hasta la fecha. Y se caracterizan por que una parte de estas comunidades son ficticias, la gente no vive ahí y estas tierras son utilizadas para alquilar a empresarios o menonitas, como ocurre en las TCO´s de tierras bajas, volviéndose esta tierra exclusiva para el monocultivo.

En Santa Cruz, el 54% de la distribución de tierra se encuentra en manos empresariales y extranjeras; y el 44% son pequeños productores, hay una diferencia entre los agroindustriales y los pequeños productores, generando disputas por el territorio que es muy preocupante si vemos que para este 2021 creció la frontera agrícola.

Un estudio reciente de Fundación Tierra sostiene que la frontera agrícola se ha ampliado hacia nuevas zonas, por al menos tres brechas de penetración. La zona central abarca 3.259.884 hectáreas, mientras que la zona de ampliación comprende una extensión de 9.326.817 hectáreas. Ambas zonas suman 12.586.701 hectáreas, lo que, comparado con la superficie territorial del departamento de Santa Cruz que alcanza a 37.062.100 hectáreas, representa el 34% del territorio cruceño.

Según el INRA, a julio de este año la superficie saneada dentro el departamento de Santa Cruz, con relación a las tierras fiscales, llega a ser 15.877.598,3251, las tierras comunitarias 1.618.987, 1314, las tierras en manos de los empresarios 6.063.770,0075, de los pequeños productores es de 3.390.345,2208, la superficie en proceso de saneamiento y las TCO´s ascienden a 5.353.709,4282.

La cantidad de tierras disponibles para que se titulen nuevos propietarios es muy poca. Hay seis millones de hectáreas de tierras fiscales en el departamento para la redistribución, pero cuatro millones están en lugares que no tienen interés ni valor económico y solo dos millones cumplen con los requisitos para ser explotadas y estas mayormente son calificadas como tierras fiscales.

Y ahora con la entrada al juego de la Función Económica Social (FES), que se tiene que aplicar este año, donde los que poseen tierra en grandes cantidades si no justifican la función económica esta será revertida al Estado y esto genera las confrontaciones entre empresarios, extranjeros e interculturales que son los jugadores de esta contienda y se encuentran a la expectativa de entrarse a las tierras que no cumplan esta disposición. La cancha se ha dividido por un lado los agroindustriales y extranjeros apoyados por la gobernación y cívicos y por el otro bando que son los interculturales que tienen un apoyo de una fracción del Movimiento Al Socialismo (MAS) y gozan de alrededor de dos millones de afiliados en todo Bolivia.

Al medio se encuentra el INRA, que desmiente las acusaciones de ambos bandos, pero su credibilidad la perdió por las diferentes denuncias hacia sus funcionarios. Pero está claro que las tres millones de hectáreas que se quemaron en la Chiquitanía, ya sea por mano humana o contingencia natural, dejó un campo de batalla para quienes serán los nuevos dueños de estas tierras, que nunca serán reforestadas, al contrario, correrán la misma suerte de miles de hectáreas en el departamento, ser víctimas del monocultivo o la ganadería.


BoA, su equivalente a casi seis vueltas al mundo en recorrido y sus secretos respecto a lucha contra el COVID-19
BoA, su equivalente a casi seis vueltas al mundo en recorrido y sus secretos respecto a lucha contra el COVID-19

Con un kilometraje de recorrido equivalente a casi seis vueltas al mundo y un cúmulo de secretos por contarse, la línea aérea estatal Boliviana de Aviación (BoA) es el aliado estratégico más importante para salvar vidas en la lucha contra el COVID-19; con el traslado de vacunas, equipos, pruebas y medicinas desde varios países, constituyéndose en un referente internacional por el éxito de sus operaciones.

Una historia digna de contar. La aventura de la empresa aeronáutica nacional comenzó su incursión en las tareas anticovid el 30 de enero de este año con el traslado de 500.000 pruebas de antígeno nasal de Corea del Sur y, desde entonces, no ha parado. También ya hizo vuelos a China, Rusia e India, por vacunas, equipamiento y test rápidos.

La primera tarea, como siempre, requirió un esfuerzo nunca antes pensado, puesto que el avión utilizado tuvo que aproximarse al Polo Norte para pasar por Estados Unidos, dirigirse a Japón y finalmente llegar a destino.

El periplo de BoA, sin embargo, no fue resultado de la improvisación y el apuro del momento, porque su preparación fue larga y requirió que la línea aérea estatal incorpore cuatro aeronaves, cerca de 20 personas por vuelo, una serie de certificaciones internacionales, especificaciones técnicas, manuales, conocimientos y entrenamientos en todas sus áreas de labor para el traslado del material médico.

La inversión realizada no fue leve, si se considera que se destinó entre $us 40.000 y $us 50.000, en algunos casos, para contar con las acreditaciones necesarias y de la categoría requerida.

En sus registros más íntimos, la preparación del personal tuvo su propia hermenéutica, pero contó con una profunda motivación e incluso el voluntariado de hombres y mujeres de la línea aérea de los bolivianos, que se prestaron sin dudar para la realización de las operaciones.

Los trabajadores resaltan la importancia de sentirse parte del gran esfuerzo que se hizo para que la población cuente con los insumos necesarios en la pelea cara a cara contra el coronavirus.

Cabe destacar el rendimiento de los pilotos y demás miembros de cada tripulación, quienes pusieron a prueba el entrenamiento que recibieron para la tolerancia de una fatiga muy alta que suele provocar cambios de comportamiento, humor e inquietud, si se toma en cuenta que no se duerme lo suficiente, existen incomodidades y las variaciones de horarios en la alimentación.

La fórmula para lograr que todo vaya bien fue conformar cada tripulación con personas que, a través de su labor, consigan la armonía interna necesaria, con evaluaciones de su resistencia, forma de ser y comportamiento en operaciones, mediante la ayuda de especialistas de un laboratorio psicológico.

Lo no se sabía es que, junto con los pilotos, se tomó en cuenta a dos o tres miembros del personal de carga de maletas de los aeropuertos por sus habilidades, puesto que en cada viaje se tiene miles de cajas que movilizar y menos de tres horas para subirlas a los aviones.

Demás está decir que ellos no tenían en sus planes el salir del país o llegar a lugares como China, Rusia o India, pero lo hicieron con alta motivación en medio de lo que fue considerada una revolución interna y un correteo fuera de serie por conseguir los pasaportes necesarios y ser parte del equipo.

La participación de BoA en la lucha contra el COVID-19 no terminó todavía, por lo que se prepara para enfrentar un nuevo desafío que radicará en combinar sus vuelos comerciales hacia destinos en el exterior como Miami y España, que están en fase de reanudación y ampliación, con el recojo de vacunas, pruebas, medicamentos e insumos.

 

Algunos secretos

Acá comienzan a revelarse algunos secretos. El gerente general de BoA, Ronald Casso, comentó que la empresa nacional incorporó a sus aviones bases de datos de navegación diseñadas y autorizadas para volar por todo el globo terráqueo, como resultado de sus operaciones anticovid, a diferencia del pasado, cuando sólo las tenía para las rutas que cubre con sus vuelos comerciales.

“Ahora sí, ya tenemos base de datos de todo el mundo y podemos volar a cualquier lugar, también fruto de esta preparación”, aseveró.

Además, dijo que otro de los detalles interesantes de los preparativos de cada vuelo es que, en casos como China y Rusia, por ejemplo, se trabaja en la coordinación de noche y por la madrugada, porque allá “están de día”, tomando en cuenta el desfase de horario siempre que se prepara el recojo de los insumos médicos.

El idioma, recordó, suma otra singularidad al trabajo de BoA, porque en algunos casos su personal se ha interactuado con gente que sólo habla el idioma de su país, nada de inglés, por lo que hay que efectuar ruidos y básicamente señas para contar con la carga requerida en el menor tiempo posible.

El trabajo de los casi 20 pilotos, personal de respaldo y carga está lejos de ser considerado como sencillo o privilegiado por ir a lugares alejados, y tampoco da la posibilidad de realizar la mínima acción turística o tomarse fotografías en cada destino.

El porqué es anecdotario, puesto que viajan durante dos días por cada incursión y no pueden bajarse del avión a causa de que en cada país hay medidas restrictivas y disposiciones preventivas contra el COVID-19.

“Es un esfuerzo muy grande, pero también hay algo que probablemente alguien no haya percibido: Esta experiencia de un día para otro convertir tu noche en día y tu día en noche. De repente se ha tenido un día de 36 horas cuando fueron a Corea, porque al salir de allá volaron casi 24 horas y llegaron aquí el mismo día, seguía siendo el mismo día”, complementó Casso sobre ese tema.

El hecho de que el personal no pueda descender del avión hace que deba cubrir todas sus necesidades en el interior, desde alimentarse con comida de catering hasta descansar en espacios incómodos porque en las aeronaves no se tiene camas ni otras comodidades especiales.

 

¿Los beneficios?

Para quienes se preguntan si BoA tiene algún beneficio institucional por esta labor, la respuesta es que sí, y varios que no fueron revelados hasta ahora.

Al margen de generar recursos económicos en esta época de crisis, la línea área estatal consiguió con su labor un “altísimo índice” de rédito social que para sus ejecutivos es más importante, porque toda Bolivia reconoce el esfuerzo que realiza para la lucha contra el COVID-19.

En ese contexto, el Gerente General de BoA explicó que un mérito importante es el hecho de que Bolivia tiene aviones como una herramienta lista para recoger vacunas, en especial, tomando en cuenta que los avisos sobre su recojo surge de un día para otro.

“El que tiene capacidad de comprar y mandar a recoger las consigue. El país que no puede hacerlo, tiene muchos problemas, porque los aviones de la industria están programados y comprometidos por meses. Entonces, esa importancia estratégica del país de tener una aerolínea está manifestada en estos días; y en retorno, tenemos ese enorme reconocimiento de la población en cuanto a la apropiación de la aerolínea”, enfatizó.

El reconocimiento en el exterior es otro rédito para la empresa aeronáutica BOA porque cuenta con secretos dignos de divulgar a los cuatro vientos.

Por ejemplo, pocos saben que la línea aérea estatal se ha convertido en un referente internacional en el rubro y recibe llamadas de los ejecutivos de otras aerolíneas del mundo para conocer cómo se organiza en los operativos de recojo de vacunas o insumos, qué especificaciones emplea y los detalles técnicos sobre la forma de transporte con solo carga y hasta con pasajeros.

“Al menos tres aerolíneas nos han consultado varios aspectos. Hemos compartido manuales, desde un manual de la vacuna que es manual de la logística que nos pasa el proveedor, se comparte eso, se comparte los conocimientos y es interesante”, reveló Casso.

Por si fuera poco, la línea aérea de los bolivianos recibió los pedidos de cotizaciones de dos países, cuyos nombres aún deben mantenerse en reserva, para el transporte de inoculantes que les servirán para enfrentar el coronavirus.

En el rubro aeronáutico continúan los beneficios, puesto que el trabajo de BoA es difundido en publicaciones oficiales de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional y reportajes en varios idiomas de la prensa internacional especializada en el área aeronáutica.

Asimismo, BoA constató que miles de bolivianos que viven en diversas partes del mundo realizan el seguimiento de los vuelos para el recojo de cargas de vacunas por medio de diversas aplicaciones y sistemas informáticos, por su interés en el tema y para comentar sus opiniones en las redes sociales.

En lo individual, Casso expresó sentirse conmovido por el trabajo de la línea aérea estatal en el transporte de los inmunizantes, principalmente porque uno de sus familiares recibió la dosis que le permite ahora superar un difícil problema de salud causado por el coronavirus.

“Yo estoy conmovido porque estoy viviendo una situación familiar difícil, podía ser mucho más difícil si una de mis personas más queridas dentro de la familia no hubiese sido vacunada. Ha sido vacunada y gracias a eso estamos sobrellevando la situación de una manera mucho más leve. Y puede decir que la vacunación, en carne propia, es la vía para que podamos estar mejor”, aseveró.

De regreso a los beneficios institucionales, para el gerente de Operaciones de la empresa aeronáutica, Luis de Ugarte, las repercusiones por la envergadura de las operaciones terminaron con algunos comentarios referentes a que los aviones de BoA no eran capaces de realizar viajes tan largos.

“Se ha demostrado de que sí (…). Nos está permitiendo demostrar que sí se tiene esa capacidad operativa como empresa y que la gente está predispuesta para hacer todo lo que sea necesario para salir adelante”, relievó.

Según De Ugarte, las repercusiones se dan también entre pilotos del exterior, puesto que reconocen el esfuerzo que sus colegas bolivianos realizan en sus viajes de hasta tres días sin siquiera poder bajar de los aviones en sus destinos.

“Están impresionados por la forma en la que estamos haciendo (la labor) y también por la participación de la gente”, agregó.

El sacrificio familiar también es importante, porque es loable la acción si se considera que el personal destinado a cada operación aérea está casi una semana fuera de casa para enfocarse en los preparativos de cada viaje.

El personal de la línea aérea tiene su propia opinión y es positiva, en el entendido de que De Ugarte indicó que los trabajadores, desde los pilotos hasta las personas que cooperan con la carga, consideran que cada travesía es para ellos como “salir a troncalear”, es decir, hacer un vuelo normal en la ruta La Paz - Cochabamba - Santa Cruz cuando todo fluye sin contratiempos.  

 

Un nuevo desafío en frente

La ruta a tomar está clara para su gerente general, Ronald Casso, puesto que tendrá que hacer combinaciones para las operaciones de las cargas que se precise recoger en el combate al coronavirus en los próximos meses.

“Ahora, nos queda combinar las operaciones normales, en pasajeros, con requerimientos que eventualmente aparecen como es el caso de las vacunas. Necesitamos sincronizar esto que es otro compromiso”, complementó. 

Una de las combinaciones posibles, al final de la revelación de secretos, será el traslado de pasajeros hacia Madrid, España, para que el avión realice luego un vuelo chárter a Moscú, reciba carga, retorne a suelo español a recoger clientes y vuelva al país como parte de sus operaciones rutinarias.

El hecho final es que BoA continúa siendo el aliado estratégico en la lucha nacional anticovid y, por tanto, su prestigio como referente internacional por el éxito de sus operaciones se extenderá para el beneficio y la buena imagen del país.


El futuro de la política de vivienda social en Bolivia
El futuro de la política de vivienda social en Bolivia

Algunos pueden criticar y protestar por las acciones del Gobierno de Evo Morales, pero lo que no se puede negar es que en ese periodo de más de catorce años se han priorizado de manera más contundente, y con mayores y mejores resultados, las políticas sociales. Si uno observa los indicadores de desarrollo humano entre los años 2005 (0,643) y 2019 (0,718), podrá ver cómo hemos logrado dar un salto importante en estos temas.

A excepción del 2020, producto de las ya conocidas circunstancias en las que se encontraba nuestro país, el crecimiento en este tipo de indicadores nos muestra con claridad la perspectiva que tenía la administración del MAS en los anteriores años y también la proyección que tiene la actual gestión del presidente Arce, con los mismos principios, los mismos mecanismos de acción, la continuación de muchas políticas sociales y las mismas bases ideológicas.

La razón de este crecimiento está bastante clara: desde 2006 hasta estos días (con ese corte oscuro entre noviembre de 2019 y noviembre de 2020), Bolivia ha venido implementando un modelo de gobierno que resalta la necesidad de cerrar las brechas entre los más ricos y los más pobres, que intenta desde todas sus perspectivas y sectores generar equidad para su población, que propone a nivel mundial el trabajo coordinado para generar un equilibrio con la Madre Tierra. Este ejercicio pasa principalmente por el potenciamiento de la inversión pública y la consiguiente redistribución de la riqueza en todo el territorio nacional, priorizando los sectores y territorios históricamente olvidados y que han demostrado que requieren apoyo con más urgencia. Un ejemplo de ello es precisamente la Política de Vivienda Social que se ha venido implementando desde el inicio de la gestión del MAS hasta estos días.

Una comparación entre los resultados de las políticas de vivienda social en anteriores gobiernos y el gobierno del Movimiento Al Socialismo, evidencia el gran salto que se ha logrado en este tema. El Gobierno nacional ha mostrado datos históricos respecto a la temática y los ha dividido en cinco etapas: la primera, registrada desde 1924 hasta 1985, cuando desde el Estado, mediante programas como el Instituto Nacional de Vivienda (INAVI) o el Consejo Nacional de Vivienda (CONAVI), se ha logrado la construcción de 42.738 viviendas. El segundo periodo es el registrado entre 1987 y 1995, cuando se crearon los programas FONVI, FONVIS (tristemente célebre) y el Instituto Nacional de Vivienda Social (INV), cuando se lograron construir 11.600 viviendas. El tercer periodo registra las gestiones entre 1996 hasta 2002, cuando el Programa Nacional de Subsidio a la Vivienda, junto a la Unión Boliviana de Entidades Financieras de Ahorro y Préstamo para Vivienda (UNIVIV), logró la construcción de 12.808 viviendas. El cuarto periodo comprendido entre las gestiones 2002 y 2006 (en el que se suprime definitivamente el aporte personal del trabajador del 1%), cuando programas como el Fondo de Capitalización de Vivienda o el Programa de Financiamiento de Vivienda (PFV), construyen 6.970 viviendas. Por su parte, entre 2006 y 2019, el Gobierno nacional logró alcanzar la importante cifra de 171.000 viviendas construidas, mejoradas, ampliadas, refaccionadas y/o renovadas, en todo el territorio nacional.

Estos datos demuestran con contundencia que el cambio de modelo de gobierno le ha servido al Estado para mejorar y ampliar este tipo de servicio, al igual que tantos otros que han demostrado un cambio cualitativo y cuantitativo en los últimos catorce años, y que han sido retomados por parte de la administración de Lucho Arce.

Poniendo entre paréntesis la gestión del 2020, donde los números no acompañaron la historia reciente del sector y donde, producto de la decisión de la cabeza de sector, el entonces Ministerio de Obras Públicas, Servicios y Vivienda cambió el modelo y se comprometió la inversión de toda una gestión en un solo proyecto, en la ciudad de Santa Cruz (para otro espacio dejaremos el análisis de esa propuesta de cambio de modelo), los resultados del sector de vivienda han ido en aumento, especialmente en los últimos catorce años. Este año, el actual Ministerio de Obras Públicas ha comprometido la ejecución de 9.108 viviendas sociales en todo el país (algo menos de la mitad de lo que se comprometía entre 2015 y 2019 y, aun así, más de lo que se ha logrado en 2020), lo que demuestra que el Gobierno nacional quiere recuperar la senda de los años anteriores.

Es importante, sin embargo, más allá de los grandes números que se han alcanzado, echarles una mirada objetiva a estos datos, con la intención de ir mejorando paulatinamente el acceso y la posibilidad de acercarse de mejor manera a la población más vulnerable, entendiendo especialmente que nuestro país es mayoritariamente urbano, de acuerdo a los datos presentados por el Censo de 2012, donde ya más del 67% de la población vivía en ciudades.

A pesar de los números, podemos identificar, desde la experiencia en el sector, la dificultad que muchas familias en alta vulnerabilidad han encontrado para acceder a los programas de vivienda, especialmente en las áreas urbanas (gracias a los usos y costumbres, a las tradiciones y a las dinámicas de convivencia, la población del área rural ha logrado una gestión del suelo mucho más equitativa, desde la mirada de la ejecución de proyectos de vivienda social). La dinámica económica en las ciudades ha repercutido también en la imposibilidad de aquellas familias que viven al día, de acceder a un espacio propio. Si la dificultad es relevante para una familia con papá y mamá a cargo de estos esfuerzos, hay que multiplicar esas imposibilidades cuando hablamos de grupos poblacionales más vulnerables, como las mujeres jefas de hogar, adultos mayores (con carga familiar o inclusive abandonados por sus familias) y hasta jóvenes emancipados o en etapa de estudios superiores y sin condiciones económicas suficientes.Éste, desde mi punto de vista, es un problema central para la actual política de vivienda social que se viene implementando en el país. La exigencia de contar con una propiedad como requisito para acceder a los programas de vivienda social simplemente relega a esa población mucho más vulnerable que, por sus mismas condiciones, no ha logrado hacerse propietaria de un espacio mínimo para construir su casita.

La experiencia de todos estos años nos ha hecho entender que los modelos llegan paulatinamente a una etapa en la que deben actualizarse, o corren el riesgo de convertirse en la monótona acción estatal que, luego, se convierte en una peligrosa manera de seducir a los aprovechadores, para favorecerse de manera irregular de los esfuerzos del Gobierno nacional y del pueblo en general.

En el caso de la política de vivienda social, es fundamental pensar en un cambio de enfoque, desde la vivienda, como la suma del ladrillo y el cemento, hacia las grandes necesidades particulares e integrales de los grupos poblacionales más vulnerables: las mujeres jefas de hogar, los adultos mayores, las y los jóvenes, entre algunos otros que seguramente se podrán precisar en función de las evidencias. Hasta el 2019, se había trabajado en la actualización de esta política que, seguramente, tendrá su continuación en estas nuevas gestiones de gobierno.

Es sumamente importante discutir este nuevo enfoque, que resalte las particularidades e integralidades de las situaciones de vida de estos grupos poblacionales altamente vulnerables y que obviamente involucran la necesidad de solucionar el problema de vivienda que enfrentan estas familias. Así, creo yo, podremos potenciar y evolucionar esta política pública tan importante para el ejercicio de equidad y redistribución que se ha propuesto como principal tarea el modelo de gobierno del presidente Lucho.

Javier Reynaldo Delgadillo Andrade/.


La gran tea
La gran tea

La Paz tiene un encanto que no se encuentra en las demás ciudades del mundo. No puedes compararla con otras urbes de Bolivia y lejos se quedan las megalópolis de los países desarrollados en las que se congregan millones de personas (en algunos casos, más que toda la población de mi país).

Su caos viviente, que discurre por entre sus calles casi verticales. Sus casas a ladrillo vivo. Sus mercados apropiándose de las avenidas. Sus cargadores (aparapitas les decía don Jaime Saenz). Su calle de las brujas. Su Sopocachi tan prendido y nostálgico del movimiento nocturno (especialmente ahora que hay que cuidarse de todo contacto humano). Su caída en picada por la Avenida Kantutani. Su mural de colores en Chualluma, viendo cómo se construye cultura desde el Teleférico. Todo eso y más hacen de La Paz un espacio que te invita a vivir detrás de las esquinas, a ver qué más hay después de la subida.

Esta ciudad, que recibe con abrazos a todas y todos los que vienen a buscar futuro, desde sus lugares de origen, por distintas circunstancias, ha tenido en los últimos años un abandono sistemático, por lo menos de una buena parte de su territorio. Y hay que decir con claridad que Administrar no es lo mismo que dejar pasar las cosas para que no llamen la atención, que es lo que ha ido pasando en varios lugares y con varios sectores en la ciudad de La Paz.

Su cercanía con la ciudad de El Alto y su condición de centro económico de la región metropolitana ha hecho que el liderazgo de esta ciudad sea vital para el desarrollo del conjunto de los municipios que están alrededor. Si dejamos que la desidia y la indolencia se hagan cargo de los rumbos de esta ciudad, seguro tendremos resultados como los que encontramos hoy en sus calles.

Esta realidad no es exclusiva de la ciudad de La Paz, pues las administraciones municipales en los últimos años han hecho de las ciudades, tierras de nadie y, por tanto, espacio propicio para que el más fuerte o el más “vivo” haga de las suyas y se imponga sobre la necesidad de las mayorías y la urgencia de consenso para darle respuestas equilibradas a los grandes problemas de nuestros centros urbanos.

Esta ciudad de La Paz, en cuyo núcleo se deciden los rumbos de buena parte del territorio nacional y donde las fuerzas políticas y sociales despliegan sus mecanismos de cooptación, ha quedado a la deriva los últimos años, mientras comerciantes, transportistas, servidores públicos y demás ramas laborales hacen lo que pueden y, en algunos casos, lo que les da la gana, mientras calles, espacios públicos, parques, y otros, muestran hace muchísimo tiempo los rasgos indiscutibles del abandono de la administración municipal.

Esto sucede por una parte de la ciudad. Mientras en las laderas, en el norte y en el centro las calles se caen a pedazos y los parques son un triste recuerdo de lo que en algún momento se mostró como un ejemplo para la gestión del espacio público adecuado para que las familias paceñas puedan aprovechar y disfrutar de un lugar digno de ser visitado recurrentemente; allá, por el sur, uno puede ver con admiración avenidas novísimas, espacios públicos bien organizados y centros de recreación que no le envidian nada a ninguna ciudad de Latinoamérica.

Esta situación nos hace pensar con muchísima preocupación en una especie de discriminación territorial que, al final de cuentas, tiene consecuencias en la calidad de vida de las familias que deben vivir en estos lugares que han resultado olvidados, por temas políticos, raciales o quién sabe cuáles, por las autoridades de turno.

A pesar de ello, esta nuestra ciudad de La Paz nos entrega con dedicación un espacio para desarrollar nuestras actividades y encontrarnos, más allá de nuestras discrepancias y nuestras diferencias, para pensar, juntos, en un futuro para nuestras wawas.

Los mensajes que hemos recibido hasta el momento de la nueva administración, no parecen estar lejos de aquello a lo que ya estamos acostumbrados. Encender una inmensa tea en el centro de la ciudad, más allá de un simbólico acontecimiento que rememore un hecho que se reconoce como histórico para la vida de esta ciudad, no presenta mayores indicios sobre una administración novedosa, innovadora y equitativa. Ni la tea ni la ausencia de gestión en temas urgentes, como la salud, la basura, el servicio de transporte y el cuidado de los espacios públicos, han demostrado que vayamos en un rumbo diferente al que ya hemos recorrido con las anteriores administraciones. Quedarnos en ello significará dejar nuevamente a toda esta población de bolivianas y bolivianos dispuestos a construir futuros promisorios para sus hijos e hijas, en la incertidumbre y en la necesidad de esperar otros cinco años más a que los líderes de la ciudad se condigan con el esfuerzo y la dedicación permanente de sus conciudadanos.

Hoy, las nuevas autoridades tienen la oportunidad de demostrar que una gestión municipal equilibrada territorialmente y pensando en la gente que vive en esta hoyada es posible; que se pueden hacer cosas diferentes; que se puede pensar en todas y todos y que por, sobre todo, se puede apostar por ese espacio de encuentro de aquellos discordes, que lograron concordia, para fundar un pueblo de La Paz, para perpetua memoria.

Javier Delgadillo Andrade


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