Y después de vacunarnos ¿qué?
Y después de vacunarnos ¿qué?

Estamos en los momentos más difíciles en la historia económica del mundo contemporáneo, donde los países viven la pandemia de formas diferentes, aplicando políticas sanitarias y sociales, como es el caso de algunos líderes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, que calificaron como un simple resfriado y llevaron a sus sociedades a una seria crisis sanitaria, o los países más radicales que siguieron al pie de la letra las recetas de la Organización Mundial de Salud (OMS) para superar la crisis, aplicando cuarentenas rígidas, acompañadas de inversiones en centros de salud y medicamentos que sobrelleven los efectos de este flagelo.

En Bolivia, la crisis se la vivió en varios aspectos, desde lo económico terminando en lo político, con un gobierno de transición que tiene hasta la fecha muchas acusaciones de hechos de corrupción, algunos ya comprobados, pero algo que lo caracterizó fue su poca conciencia social al valerse de la crisis sanitaria para lograr apropiarse de recursos económicos destinados a paliar la pandemia.

Una vez terminado este ciclo distorsionado de la historia de Bolivia y con una coyuntura política más estable, el nuevo regente del Estado logró vacunar 2.340.000 personas, entre la primera y segunda dosis. Según cálculos del Ministerio de Salud, se podrá vacunar a toda la población hasta finales de este año, esta meta dependerá mucho de la habilidad de los negociadores gubernamentales para conseguir la cantidad suficiente de vacunas.

La aparición de diferentes cepas del virus, plantea nuevas interrogantes, entre ellas está si se debe generar la necesidad de vacunarse anualmente o en diferentes periodos, dependiendo de la respuesta que está sujeta a la reacción que tenga la vacuna en la población; por consecuencia, el costo del virus deja una inversión altísima de los Estados y la salud pública crea una dependencia con respecto a las vacunas, las que no tienen un 100% de efectividad, de poder mitigar esta enfermedad y lograr volver plenamente a la normalidad.

Esto obliga a los países a ofrecer a las farmacéuticas trasnacionales un gran regalo, el de garantizar el monopolio en la venta del producto durante muchos años, lo que les asegura beneficios millonarios y les transfiere, sin costo, el conocimiento básico para producir y vender vacunas; además, les garantiza la compra de los productos, amparados en los dogmas de la propiedad privada y del libre mercado.

Estas transnacionales farmacéuticas priorizan la venta de vacunas a los países con mayor poder adquisitivo, como los europeos que monopolizan su adquisición y, de esta manera, se rompe el principio de distribución equitativa en una situación de emergencia.

Dentro de estos fenómenos pandémicos están las famosas patentes, que impiden a los Estados producir las vacunas, que irónicamente son financiadas por estos, lo que sería mucho más barato al no incluir en los enormes costos de producción y beneficios empresariales privados.¿Por qué no tomar el antecedente de la II Guerra Mundial donde toda la producción industrial se orientó a la fabricación del material de guerra necesario? ¿Por qué no se hace ahora lo mismo siendo una emergencia sanitaria mundial?

Cuando se inventó la vacuna de la polio, en los 50, se dio la patente al mundo porque los niños estaban muriendo, pero en esta coyuntura no está pasando lo mismo, las grandes compañías del sector sanitario están adquiriendo más poder respecto al resto de la población que en toda la historia de la humanidad, donde sus intereses no son los mismos que de las mayorías.

Si se forzara a una producción masiva y a la liberación de patentes de vacunas por parte de las empresas farmacéuticas, se podría vacunar rápidamente a la población no solo de los países ricos, sino de todo el mundo.

Pero lo recurrente es encontrar Estados depredadores, cuya intervención protege la privatización del conocimiento colectivo y lucrar sin escrúpulos la tragedia humanitaria mundial provocada por el virus COVID-19.

El debate entre neoliberalismo y estatismo debe ser definitivamente trascendido en el ámbito académico de la economía-política ya que, al menos en los últimos tiempos, ha servido más para estructurar discursos que lleven a un monopolio de las trasnacionales que para ofrecer soluciones efectivas a problemas reales como es el caso de la pandemia.

Lo que el mundo contemporáneo demanda son estrategias de acción gubernamental que resulten viables y que permitan adaptar y transformar estructuras en beneficio de los ciudadanos y no exposiciones dogmáticas sustentadas en ideas que, si bien tuvieron importancia o razón de ser en otros tiempos históricos, han dejado de responder a los enormes desafíos que enfrenta la humanidad en los tiempos actuales.

Martín Moreira/.


 
Bolivia destaca en Moscú cooperación bilateral de Rusia en temas de defensa
Bolivia destaca en Moscú cooperación bilateral de Rusia en temas de defensa

El ministro de Defensa, Edmundo Novillo, destacó la cooperación de Rusia en la lucha contra el narcotráfico, el contrabando y las emergencias ocasionadas por desastres naturales en Bolivia.

La autoridad gubernamental participó en la IX Conferencia de Seguridad Internacional en Moscú, organizada por el Ministerio de Defensa de Rusia el 23 y 24 de junio. En el encuentro se discutieron temas como las amenazas y los retos modernos para la seguridad en Europa, Asia, África y América Latina.

“Tenemos que estar preparados para responder a esas amenazas y por eso nuestra presencia aquí, en este evento”, dijo en entrevista con el portal de noticias ruso RT.

Señaló que para Bolivia es de importancia profundizar relaciones con Rusia, porque es “un país cooperante, incondicional, un país amigo”.

Explicó que, en el caso del contrabando, el Estado Plurinacional coordina con empresas rusas especializadas en equipamiento militar y tecnológico.

Respecto al narcotráfico, indicó que Rusia coopera en un proyecto del control del espacio aéreo a través de aviones y drones.

El equipamiento y medios para atender emergencias ocasionadas por los desastres naturales es otro de los temas de coordinación bilateral.


Canciller de facto Karen Longaric omitió pedido del Papa de otorgar salvoconductos a asilados en la Residencia de México
Canciller de facto Karen Longaric omitió pedido del Papa de otorgar salvoconductos a asilados en la Residencia de México

El 15 de enero de 2020, la exministra de Relaciones Exteriores del gobierno de facto de Jeanine Áñez, Karen Longaric, fue puesta en conocimiento de una nota oficial enviada por el Papa Francisco, donde pedía proporcionar los salvoconductos a las personas que se encontraban asiladas en la residencia de la embajada de México en La Paz.

La nota clasificada de “muy urgente”, con CITE: EB.VA. NSC.08/2020 firmada por el entonces embajador de Bolivia ante la Santa Sede del Vaticano, Julio César Caballero Moreno, señalaba que el Santo Padre sugirió “Superar la crisis de los asilados en la Embajada de México en la ciudad de La Paz, proporcionando salvoconductos a aquellas personas que se encuentran en esa legación diplomática, consolidando así el proceso de pacificación y el periodo electoral iniciado por Bolivia”.

En esa oportunidad, Caballero comunicó a Longaric que el jueves 09 de enero de 2020, a las 10h30, participó en el saludo protocolar del Cuerpo Diplomático al Sumo Pontífice, quien en la ocasión le refirió el mensaje, mismo que fue omitido.

Tras desconocer la recomendación del Papa, el gobierno de facto ordenó un operativo policial en inmediaciones de la residencia mexicana ubicada en la zona Sur.

A ello se sumó la presencia de grupos paramilitares que impedían el tránsito de personal diplomático y familiares de las exautoridades que se encontraban en esas instalaciones.

Fue el propio Gobierno mexicano que denunció al gobierno de facto por dichas acciones irregulares, presentando un recurso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el principal órgano judicial de Naciones Unidas, para que se garantice la seguridad en su Embajada en La Paz, donde su personal diplomático también sufrió intimidaciones y acoso.


Una agroindustria de laboratorio
Una agroindustria de laboratorio

En Bolivia, se vive un fenómeno que comenzó en 1990, el modelo agroindustrial basado en la exportación de materias primas, este sistema agrario fue impulsado fundamentalmente por la biotecnología y esta modernización lleva a mayores rendimientos. En el caso boliviano, la soya se fue posesionando como pilar principal de la agroindustria. 

Desde los años 90, el modelo agroindustrial basado en la exportación de commodities agrarios, es decir, materias primas para la exportación, comenzó a afianzarse cada vez más en el país. El sector que privilegia este modelo agrícola, promociona e impulsa la modernización de la agricultura, fundamentalmente por medio del uso de biotecnología que lleva, según el discurso, a mayores rendimientos y productividad.

La modernización agrícola supuso, asimismo, una nueva dependencia de los paquetes tecnológicos propios de este modelo agroindustrial, tales como las semillas certificadas y patentadas. Al ser Bolivia un importador neto de estos insumos, se crearon nuevas dinámicas económicas en base a su comercialización.

Así, desde que se autorizó la producción con soya RR, las importaciones de semillas certificadas de soya para la siembra se incrementaron velozmente, pasando de 930.500 de superficie sembrada con un rendimiento de 1,73 toneladas, a una producción de 1.613.750 toneladas del 2005 al 2020, con una superficie sembrada de 1.340.500, una producción por hectárea de 1,94 toneladas y llegando a producir un total de 2.589.540 toneladas. A partir de entonces hubo variaciones importantes en los volúmenes y valores de importación; en 2014, un año muy importante para el monocultivo, se llegó a 3.054.260 toneladas y un rendimiento de 2,49 toneladas por hectárea, con una superficie sembrada de 1.229.000.

El 2021, solo en la campaña de verano, la productividad de soya llegó a 2.500.00 toneladas, con un rendimiento por hectárea de 2,23. Existe un crecimiento del 25% en el rendimiento y esto se debe no a las semillas modificadas, sino a las condiciones climáticas favorables.

Ahora, con el precio en 643 dólares la tonelada en la bolsa de Chicago, que explica por qué están creciendo las exportaciones con relación al 2019, pero seguimos con el mismo rendimiento por hectárea, pese a que el discurso de la modernización agrícola y los paquetes de agroquímicos nos deberían ayudar a crecer en rendimiento.

Al igual que con las semillas certificadas de soya y la creciente dependencia de agroquímicos, este modelo agrario generó un nuevo y creciente mercado. Según el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), en 2006 se importaron 39.159 toneladas de fertilizantes, por un valor de 14 millones de dólares americanos, y para 2019 se importaron al país 79.732 toneladas de fertilizantes, por un valor FOB de 44,8 millones de dólares americanos (IBCE, 2017; INE, 2019).

De igual manera, las importaciones de plaguicidas tuvieron un aumento significativo, pasando de 11.365 toneladas en 2001 a 63.003 toneladas en 2017. Sólo durante los años 2007 y 2014, la importación de plaguicidas sumó 1.237 millones de dólares americanos (IBCE, 2015); siendo el pico más alto el 2014, cuando las importaciones alcanzaron los 242 millones de dólares americanos (IBCE, 2017). Posteriormente, hubo un leve estancamiento hasta 2017, cuando las importaciones volvieron a incrementarse alcanzando un valor de 241 millones de dólares americanos el 2019 (INE, 2019). 

 

El otro elemento central del discurso que promueve este modelo agroexportador es que la biotecnología es esencial para aumentar los rendimientos y la productividad de los cultivos. Más allá del discurso, los datos estadísticos muestran que en realidad existen serias dudas sobre la viabilidad productiva del modelo. Solo crece la cantidad de superficie sembrada y la exportación de insumos y semillas, y no llegamos a rendir como otros países; este 2021, la superficie sembrada creció de 1.340.500 el 2020 a 2.500.000 hectáreas, según los datos de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo).

En contraste, se estima que la agricultura familiar campesina-indígena en el país llega a producir hasta el 96% de los 39 productos que conforman la canasta básica de alimentos. Un reporte reciente señala que el 65% de los alimentos que se consumen en el país son producidos por la agricultura familiar. Mientras que apenas un 3% de los alimentos son producidos por la agricultura no familiar, y el restante 32% es importado. 

En suma, estos datos develan que, a diferencia de lo que predica el sector agroindustrial, la gran mayoría de los alimentos destinados a la canasta básica de los bolivianos proviene de la agricultura familiar campesina-indígena, mientras que la producción de la agroindustria se centra en la exportación de materias primas agrarias y en la producción de alimentos procesados, por consecuencia, hay que pensar dos veces en implementar nuevos eventos de semillas transgénicas si no se tienen las condiciones técnicas para su utilización y el Estado tiene que controlar de manera más rigurosa el uso de éstas sin que estén certificadas en nuestro país.

Martin Moreira/.


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